Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 30 de noviembre de 2014

¿SABES QUE PODRÍAS VER EL SOL?


El sistema establecido es el arado que estampa los surcos por donde transitan los borregos. A mí no me crece lana en el pecho ni lanzo al aire balidos matutinos. Por eso me catalogan de inadaptado, sólo por que no sigo los surcos marcados y camino por mis propias rutas. Ganarme el título de personaje extraño me costó muchos años.
El paso decisivo para adjudicarme tal mote fue cuando escogí la manera de buscarme los frijoles. Soy un sembrador de miedos: Gracias a los surcos, camino en línea recta, aspiro el olor de la lana sudada, me acerco a los borregos y les susurro a las orejas cosas como estas: ¿Sabías que si alzas la vista podrías ver el sol?...Fuera de los surcos hay otros caminos que no necesariamente son rectos... La hierba que está lejos de la parcela tiene un sabor desconocido... Atrévete a caminar en reversa dentro de un surco... La próxima vez que te esquilen, sal de los surcos, corre hasta el río más cercano y sumérgete. Los borregos me escuchan, abren muy grandes los ojos, los bajan, se alejan aferrándose con más fuerza al camino de surcos y se conforman con masticar algunas hierbas marchitas.
Sembrar miedos es mi forma de ganarme los frijoles. Por eso los borregos me consideran un inadaptado. A veces me incomoda su rechazo. Ser un incomprendido tiene sus consecuencias, la principal, el aislamiento. No me agrada mucho que los borregos al verme arruguen el ceño hasta convertirlo en piedra. Pero lo que más me desagrada es mi retribución monetaria, les dije que vivo de sembrar miedos. Soy otro explotado. Me es sumamente fastidioso que el sistema establecido me pague mal; por cada miedo sembrado, por cada borrego que se aferra aún más a los surcos, solamente recibo cincuenta míseros centavos. ¡Abajo lo establecido!

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