Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 5 de junio de 2016

TÚ, EL FRÍVOLO

         
¡Qué frívolo es tu intento, poeta, de silabar el destino! Las letras se truecan en feroces lechuzas y las vocales saltan los techos de ficción y las consonantes olvidan las torres bribonas. Pero una docena de sofismas, vanidosos y encerrados en tu palabra, te anclan a la plaza de pirotecnias ¿Cómo podrás deletrear futuro con alas tan frágiles?

            No te fíes de Ícaro, el aguilucho impetuoso y cubierto de quimeras. Sus alas de cera jamás fueron carne y pagó muy caro su desafío. Bien pudo escuchar a Dédalo y comprender que parafina no se escribe en clave de Sol. Bien pudo permitirse sentir los hervores del océano y evitarse la temprana sepultura.

            Sin embargo más pudo la audacia de sospecharse el amo del cielo y el engaño quebró sus alas ¿Acaso suspiras por la entraña del abismo? ¿Quieres unirte a los corales y vestirte de anémonas? ¿Imitar el vuelo imperfecto de Ícaro? ¿Terminar de la mano con Narciso?
            El mancebo del desdén y los rechazos también es mala compañía. Tarde o temprano queda cubierto por una cobija de agua. Y es inútil el reloj antiguo de la amante. Y de nuevo se te escaparán las palabras. A ti no te tocará ver la flor, sino el cadáver del hijo de Liríope. Un calambre en el hocico del estómago y tu digestión será asesinada ¿Aún insistes en adornar tu frente con la vanagloria del ahogado?
            La traición de los espejos alcanzó al hermoso y Cefiso, el torrente custodio de Atenas, aún se pregunta: ¿Cómo un hijo de mis aguas pudo morir de una sumergida? La pregunta no es el cómo es el por qué. Narciso prefirió el propio fulgor a los meandros de Eco. Se alejó de la tibia acaricia y se acercó al estrujo glacial. No fue la ninfa quien enterneció las médulas del tesoro imposible, fue su propio reflejo. ¡Qué cruel es la paradoja!
            Los dilemas siempre sobran: Bregar por un retrato en la fuente o construir un bajel. Perder de vista el hemisferio o pintar los dedos del horizonte. Cantar el himno del sol o vestirse de humedades.
            Ícaro y Narciso, las sendas tentadoras y equivocadas ¿Quieres vestir tu verbo de cerrazón salpicada de batracios? ¿Plagiarlos y dejar pudrir las raíces? ¿Acaso los secoyas y las palabras dejaron de tenerlas?
            No es la filigrana, es lo profundo. Tu voz sin búsqueda es una agudeza de moda que pierde la cintura. Tu voz sin propuesta es el encanto asfixiado y convertido en lodo. Una pose más y serás uno de los tres mil aplastados por Sansón.
            Con trescientas zorras incendio los trigales del enemigo y una quijada de asno le bastó para liquidar a más de mil. Los filisteos pronto reaccionaron a la amenaza. Dalila y sus preguntas casi matan de hastío al héroe y con tal de callarla el fornido se rindió a sus deseos: Confesó su secreto. Mil cien monedas de plata por cada jefe cobró la intrigante. Y ni uno sólo pudo recordar en la justeza del tiempo recortar los cabellos del prisionero.
            Desde el valle de Sorec vino la perdición del nazareo y en el templo de Dagón él pudo desquitarse. Acostados en los laureles de la burla, ellos celebraban la victoria. Un descuido y el peso de las rocas cobró muy alto la indolencia de los rivales del juez.
            Murió Sansón junto al filisteo olvidadizo. Aquel que llenó al héroe de cadenas sin afilar la navaja Aquel que esperó la ruina sin fijarse en la melena ¿Eres tú uno de ellos?
            De repente sí eres uno de ellos. Uno como el genio que despierta cada mañana y descubre un viejo ángulo del prisma y salta de alegría y corre a predicar. ¡Un nuevo credo ha nacido! ¡Vida se escribe con uve de vaca! Y con la prédica crece la feligresía. Otro santo es elevado a los altares. Y resulta que un anciano ya conoce la perorata y un niño canturrea desde el jardín de infancia que vida es con uve de vaca y una mujer se olfatea el negocio oculto. Sin embargo, todos guardan silencio.
            Por suerte nunca falta el exiliado de los tabernáculos, el orate y su pregunta: ¿No era vida con eme de pasión? Y la pregunta es un escándalo Y después del rechinar de dientes, ¿Cubrirá el genio sus oídos con las ásperas manos? Quizás sí lo haga. Quizás vigilará con ojos de Saulo las ropas de Esteban.
            Esteban era el crío de la luz, la voz de cincel. No perdonó los rancios tímpanos y fue el primero en la sangre ¿Qué molestó tanto a los maestros de la Ley? ¿La radiante palabra escuchada? ¿El manantial en labios tan jóvenes? ¿Su propia boca sellada?
            Primero fue el soborno, luego el perjurio, por último las piedras. Sólo faltó la rifa del vestido. Las bestias tomaron las carnes de Esteban y Saulo miró complaciente.
            ¡Qué frívolos son todos tus intentos! ¿Quién eres? ¿Esteban o Saulo? ¿Tímpano rancio o verbo atrevido? ¿Qué buscas? ¿La palabra radiante o el pan de los encomios?
            Poeta, una vez marcaste con verbo ardiente la blancura del papel. Cimbraste por un verano los pechos ingenuos o terribles ¿Pero acaso las huellas del estío no las borra el otoño? ¡Qué frívolo es tu intento de cantar la profecía! Un efímero aplauso cruza las nubes, pero una pila de cráneos pretende alcanzar la cola del cometa. El lienzo quedó manchado.
          Todas tus pretensiones valen un aleteo de mosca. Olvidas adrede que el mausoleo es el árbol crustáceo siempre a la mano. Ni el más grande ni los más valientes escaparon de sus tenazas. Heracles falleció por la sangre del centauro. Leonidas y sus trescientos cayeron en las Termópilas. ¿Tendrá ya el cangrejo tu guarida preparada?