Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

sábado, 31 de diciembre de 2011

Creo en ti Deseo

Creo en ti Deseo
Padre todo poderoso
Creador del éxtasis
El rapto
Y los trasnochados amaneceres
En los brazos de mi hombre

Creo en tu hija
La Pasión
Resucitada
En cada encuentro

Creo en tu aliento engendrador
Quien hizo carne del Verbo
En Epifanía de hormonas

Creo en el ángel que roza con sus alas
Las paredes de mi vientre
Beso a beso
Él inventa mis labios
Nube a nube
Me trae el cielo

Creo en la santa institución
De la Oportunidad
En el perdón de los deslices
Y en que es mejor
Equivocarse
Que lamentarse
Por no atreverse

domingo, 25 de diciembre de 2011

BIENAVENTURANZAS

Pulgares Tecnológicos

Felices
los que trabajan
para gastar y gastar.

Dichosos
los que pelan los dientes
sin abrir el alma.

Bienaventurados
los que jamás tocan fondo
temerosos de ser profundos.

Bienaventurados
los que al sol dan las espaldas.

¡Sean felices y dichosos!

domingo, 18 de diciembre de 2011

AHORA RECUERDO


Calles sin vida
De donde escapan los minutos deprimidos
En donde sopla el viento desolado
Calcinadas por un sol indolente
El cielo les dio la espalda

Así quedó la patria
Después de la noche de los cangrejos

Ahora recuerdo
Y no deseo olvidar

Aquella noche larga fue interrumpida
Por las metrallas y sus risas de fuego
Por la danza de los tristes
Por los huesos fracturados triturados

Practicaron la guerra con la patria
Mi patria
La locura alentó a las bombas
Las bombas embistieron a los niños
Y los niños no pudieron huir
No pudieron
No
Cabalgando en tanquetas
Llegaron los invasores
Pálidos y pintados de verdes

Desde sus murciélagos
Descuajaron el país
Y un escarabajo rodante
Trajo la muerte a vivir aquí

Los nombres de los muertos
Ahora los recuerdo
Y no deseo olvidarlos

domingo, 11 de diciembre de 2011

Maritza

Maritza
Ni Comagre ni Urracá pudieron imaginarse que de su sangre rebelde saldría una mujer de temple como Maritza: maestra de campo, con la noche por cabello, mirada de estrellas y mejillas de luna. Una mujer de oculto dulce carácter. Allá en las Recónditas profundidades de su alma; muy, pero muy en el fondo, latía un tierno corazón al que había que saber llegar. Recuerdo que las
primeras veces con ella comencé a sospechar que yo era invisible, pues, a pesar de mi saludo, pasaba "estirada" a mi lado, sin determinarme siquiera. En realidad sí respondía el saludo, pero fríamente. Ello fue así hasta que decidí romper el hielo de forma directa. Como la mujer es mujer, le dije con un inspirado piropo lo guapa que se veía. No mentí ni exageré, pero desde entonces entré en la corta lista de sus amistades.
No vayan a formarse una idea equivocada. Maritza no era engreída o cosa parecida, lo aparentaba, pero no lo era. Ella simplemente vivía, respiraba y caminaba vestida con una ruidosa coraza metálica. Así es, Maritza, sin ser un caballero medieval, andaba con una armadura hecha con el más duro de los metales: la desconfianza. Desconfianza en el género humano y, desconfianza en ella misma. Desconfianza provocada por el temor a ser herida, a volver a sentir dolor. Por eso hacía ver que era dura y por eso la apodé "la ruda".
La ruda y su ruidosa armadura metálica, andaban por allí sin sentir ningún dolor y sin sentir ninguna caricia de alguna mano amiga. Aislada de toda aflicción y placer. Cuando le preguntaba por qué era así, sólo me contestaba:
-La vida me ha hecho así.
Un buen día se enteró de que a sus espaldas la apodaba "la ruda". Honestamente, temí por mi vida; creí que se desataría un tifón de fuego, un ciclón radioactivo, un...un... Pero nada de lo esperado ocurrió; Maritza, sencillamente se sonrió, sí, sonrió. Casi nadie se percató de su sonrisa, pues la armadura escondía su cara, pero fui testigo de que alegremente sonrió. ¡Maritza era capaz de
sonreír como cualquier otro ser humano!
Este hecho quedó aleteando dentro de mi cabeza, primero con alas de pichón y, finalmente, con alas de águila. Un día, conversando con Maritza, para despedirme le dije:
-¿Sabes que eres una de las amigas que más quiero?
-¿Yo? ¿Por qué yo?-me interpeló anonadada por la sorpresa.
-Porque sí-le respondí atrevidamente sereno.
Maritza abrió los ojos dejando escapar una mirada de estrellas, mientras la noche de su cabello se escurría por su cuello. Fue entonces cuando sus mejillas de luna se iluminaron con una sonrisa, y en ese momento fui yo sorprendido, pues escuché cómo caían para siempre los pedazos de la armadura
.

sábado, 3 de diciembre de 2011

MALDICIÓN


Maldito sea el hueso de tu pubis
Yunque de pesares
Malestar de mi martillo
Maldito sea el hueso de tu pubis
Alquimista del placer en molestia
Dolor que enturbia la faena
Maldito sea el hueso de tu pubis
Ya la cama no es sólo cama
Ahora es circo de contorsionistas
Maldito sea el hueso de tu pubis