Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 22 de mayo de 2016

LA VENTANA

Una de estas noches cargaré diez mil ladrillos y sellaré para siempre la ventana. Ya no me serán suficientes las cortinas de lino. Ellas, sin mayor esfuerzo, se pueden correr. Así que buscaré los bloques. Quizás como sin querer, tal vez perdiendo adrede la cuenta, pero sé que sólo así no abriré más la ventana y ya no podré asomarme más en ella.
Deseo olvidar la cabalgata del corcel de sombras y la campana de los cascos de la sangre. ¿Quién no huye del espanto? ¿Del tintineo diabólico?
A la mala me enteré del por qué, después de su paso, no crece la hierba. Vi a la medrosa salamandra ocultarse entre la humillación de los musgos. Las esporas del agobio explotan en el jardín. Buen incentivo para encerrarse tras las paredes. Sin embargo, una cosa es observar al batracio desde el hogar y otra es huir del equino hasta la cárcel. Exquisito dilema: O la amargura que ruge o las flores del hibisco.
Alguna vez me he decidido y uno a uno comienzo el transporte de los ladrillos. Nunca falta un relincho malvado para alentarme. Empero, una noche no basta para tanto tabique. Las horas pasan y pronto la oscuridad es vencida. Cien falanges rosadas despejan el horizonte. El corcel de sombras huye hasta otras latitudes. Es la aurora quien marcha triunfante. Bandadas de gorriones anuncian su llegada. Ya no hay campana de sangre, sólo rocío en cristales.
Abandono los ladrillos y vuelvo asomarme por la ventana. La aurora y sus lienzos acarician la pradera y veo a la salamandra salir de la humillación de los musgos y escucho crecer la hierba. Posiblemente, una noche de estas, regresen los relinchos de la sangre y mis ganas de tapiar la ventana. Pero ya es de día y hoy no lo haré.

domingo, 15 de mayo de 2016

INTERROGACIONES

¿Habrá algo que le importe al poeta? ¿Habrá algo? 
            ¿Le importará que los pobres ya no existan pues ya no los cuentan en los censos? ¿Que los niños sean desechos industriales? ¿Que ser joven es un evento peligroso? ¿Que llegar a viejo parece un castigo? ¿Le importará que una mujer, por el mismo salario, sea secretaria, ama de casa y meretriz?
¿Le importará que el horizonte se convirtiera en el club exclusivo de los incluidos y que el suelo es la única cofradía que incluye a los excluidos? ¿Que los parias inunden de miserias los parques? ¿Que un olor a excreta empantane el sendero? ¿Le importará que el sol se refleje en muy pocas sonrisas?
¿Le importará que un caminante reniegue de la luz? ¿Que prefiera finalizar el viaje? ¿Que se convierta en espejo conquistado? ¿Que se esconda en el ropero de las investiduras? ¿Que a partir de ese minuto final adore el triunfo de los ídolos sobre la sangre libre? ¿Le importará que ese caminante olvide ser hombre?
            ¿Habrá algo que le importe?
            ¿Le importará el valor que pueda darle a una orquídea un gigantesco y mofletudo contador de pollos? ¿El valor en pechugas que dará por la lluvia? ¿O los muslos que ofrecerá por una mariposa? ¿O las alas grasosas que pondrá en la balanza por un arco iris? ¿Le importará cuanta carne de pollo, húmeda y llena de hormonas, ofrezca el ogro por el niño que vende tomates bajo la luz del semáforo?
            ¿Le importará lo bello de las primeras lluvias con su olor a polvo asustado y el Sol desmayado en brazos del ocaso? ¿Una hoja cual barquito navegando sobre una corriente y el viento enardecido levantando papalotes? ¿Un talingo azabache picoteando en su jardín y los colores del ave del paraíso que sus ojos no conocen? ¿Le importará la piedra azul del riachuelo y la hiedra que cubre el muro?
            ¿Le importará que la gaviota quiera atrapar al pez que salta entre la espuma? ¿Que vuele sobre las olas? ¿Que aviste la anhelada presa y tras caída libre y letal hinque su pico en la blanca carne? ¿Le importará que el pez, desde el otro abismo, no quiera perdonar a la gaviota?
            ¿Habrá algo que le importe?
¿Le importará que un niño sin papá ni lonchera ni zapatos de fútbol habite una casa donde llueve por igual afuera y adentro? ¿Que después de tantos años de sudores y denuedos el final sea un cartón en la acera abrazando la soledad? ¿Le importará que preocuparse ya pasó de moda?
            ¿Le importará romper su voz en playas indiferentes? ¿Verter sangre en opaco tintero y lavar con lágrimas la carta sin respuesta? ¿Cantar a oídos de poliuretano? ¿Buscar la palabra como única y olvidada raíz? ¿Ensuciar sus sandalias y salir de su cómoda habitación? ¿Le importará convertir en música los signos de interrogación y despertar inquietudes con cada hoja escrita?
            ¿Habrá algo que le importe al poeta? ¿Habrá algo?
            Y si hay algo qué le importe, ¿qué le importará más? ¿La semántica de la palabra llanto o el dolor del que nacen las lágrimas?

domingo, 8 de mayo de 2016

POEMA DEDICADO A UN VALLE QUE SUEÑA

Sueña este valle lejos del saludo y más lejos del abrazo. Sueña con el torrente que ya no está, con las antiguas crecidas y con el murmullo de sus rápidos; ahora, el cauce seco de su amado río es la cicatriz sin lluvias donde la semilla jamás germinó. El azafrán se quedó sin estambres Y el valle prefiere no despertar.
            Si tan sólo fuesen las ilusiones de la espera; hay también un asalto de congojas. Con cada minuto que pasa crece la invasión de la sequía y el agrio rencor arruina la tierra. Es la pesadilla del triunfo de la ausencia. El valle perseguido por desiertos y  hostigado por delirios. Con cada huella del sol el rocío huye asustado
En alguna ocasión la rueca del tiempo torció la vereda. Antes siempre estuvo el río en su lecho con su canto de murmullos, era el espejo de pertinaz claridad. Pero las Parcas tejieron otro destino. Y ya la corriente no adorna el huerto. No hay canela que irrigue las euforias. Es que llegó el estiaje, se marchó la humedad. Un tifón de sequedades arrastró el río y el capullo de la orquídea languideció en su tallo.
     La ausencia es un hielo iracundo, es la granizada de la destrucción. No hay cáliz que resista su golpe. La soledad es la sequía grande, una herida yerma en el suelo y la feroz sed de los dromedarios. Simplemente el valle fue verde. Hoy lejos del riacho, el valle vive inundado de flagelos y cardos, bajo el agobio de la separación. Y sueña con  los bosques de la memoria y los olores del mantillo que asaltaban las narices. Sueño tras sueño, recuerdo tras recuerdo, gota tras gota, la peña será vencida. Tanto va el cántaro al eco del río que quiebra la arcilla solitaria. Una añoranza en clausura es cincel y martillo.
            Pero la roca es granito puro. El valle huérfano y sordo a la canción del verde de las cañas; es víctima del nocturno destierro. En la boca un sabor perdido En la mente dos pesadillas ¡Adiós a la tranquilidad de la noche!
     Para detener el suplicio, el valle abrazó el vientre de una quimera y aunque ya no hay flores, sólo rastrojos, prefirió soñar que el río asaltaba la hierba seca y que pronto brotarían las margaritas. Los cardos ríen del consuelo iluso del valle. Su regocijo es la pesadilla de unas sequedades creciendo.
Los flagelos llenos de abismos azotan la orilla de los pétalos y cae un pistilo de la flor ¿Recordarán los dueños del olvido? Ojalá así sea y se pueda llamar a la lluvia, y regrese el río a su cauce y por fin renazca la crecida.
Encendidas las angustias quizás el valle se llene de arenas, de las dunas oportunistas, de los planos y estaciones. Las orquídeas se bifurcan, buscan petroglifos que hablen de humedades. Así tal vez la lluvia escuche la súplica y germine la semilla.
¿Aún el mantillo resguardará los olores del bosque? ¿Flotarán los aromas sin ruta fija entre galaxias de animales? Ya no hay minutero en silencio; un pícaro tic tac aprendió a cantar y la melodía vuela entre libélulas. Las hiedras conquistan los muros Seis ramas de albahaca en suspiro El colibrí agita el color ¿O es la guerra de las esperas?
            Los cardos sospechando la derrota aceptaron incendiarse, en último intento de borrar el frescor del valle. Con lenguas y espinas, con ansias y mareos, anhelan la tierra fértil Conquistarla a punta de cenizas, quemar los musgos sedientos Y desenterrar la capilla. Y repeler el diluvio
            En el trillo que crea el fuego la luz de las sombras recoge garabatos. Huele a dolor y añoranza. Unos pétalos amarillos aparecen en la muralla. Prófugas hormigas anuncian el peligro ¡Qué indefenso el valle de margaritas!

            El incendio aprieta la alfombra y las nubes rechazan la ofensa del humo manchando su cielo, del valle asaltado por la hoguera. Cáliz brotado y listo, la lluvia está en su punto. La sequía teme.

Primero fue la pincelada gris y luego el aguacero. Un olor a carbón mojado borró la candela. El colibrí voló hasta el nimbo y cayó vestido de gotas. Después de tantos calores la sequía falleció. El suelo árido vuelve a cantar y pronto la ausencia conocerá la derrota. La lluvia llena los vacíos. Ya vuelve el río a su antiguo lecho.
            Hay treinta y siete pétalos en la pared y ciento ochenta y tres capullos de orquídeas por explotar. El valle despierta.