Puente y espejo
TRISTE
BEBIDA PARA LOS GUAYACANES
Parecía un viaje más hasta que nos
topamos con un inoportuno embotellamiento. Sentado al lado de la ventana de uno
de los primeros asientos, observaba a través del parabrisas del autobús como
avanzaba lentamente la fila de coches. Primero me enojé y luego, exasperé por
la demora. El pesado bus adelantaba unos cuantos metros y frenaba, sacudiendo
nuestros cuerpos como mangos en árbol apedreado por chiquillos. ¡Que necedad!
Avanzar, frenar...y el remezón. Las luces de frenos de los autos que nos
precedían, estaban semiocultas por el humo de sus escapes: Humo con sabor azul
ocre y color soso amargo. En caída libre el sol chocaba contra el pavimento,
transformándolo en una extensa caldera. Dentro del bus, se respiraba una mezcla
de aburrimiento y aire húmedo. El tiempo avanzaba...frenaba...y agitaba sus
minutos. Una isleta sembrada de guayacanes floridos, dividía en dos la avenida;
sus pétalos caídos parecían alfombra tendida bajo los pies de la tostada tarde.
Con pausa nos fuimos acercando a un auto blanco metido en la isla; era como un
gran cebú tirado en el pasto, con la testa de cristal hecha añicos. Su conductor
y un pasajero conversaban dentro del automóvil. Para ver mejor, saque la cabeza
por la ventanilla y constaté la diferencia entre el aire hervido interno al bus
y la atmósfera asada de afuera. Estiré el cuello y allí lo vi, acostado al pie
de un guayacán: los brazos en cruz, la pierna derecha recogida y la otra
estirada, ambas sin zapatos. Una aureola de sangre rodeaba su cabeza. Nunca
olvidaré que cuando el bus se detuvo a su lado, sus ojos opacos y los míos
parecieron encontrarse. Esa tarde joven, vi como los guayacanes se conmovieron
al ver su diluida alfombra, manchada de bermellón. Un agrio bocado les tocó
engullir, plasma coagulado de dolor; el asco hizo palidecer sus hojas, ramas y
troncos. No pude resistir la tentación de bajar del bus e investigar los por
menores. Ella estaba al lado del cuerpo en una actitud muy extraña; le hablé y
según me dijo, lo vio todo, bueno, casi todo. Me contó que ambos tenían la
intención de cruzar la ardiente calle. Él se adelantó y le faltaban unos
cuantos pasos. Ella no se decidía, pues una brisa impertinente intentaba
levantarle la falda; solamente oyó un estallido sordo y al levantar la vista,
él caía en pleno césped. Sin importar el espectáculo de la falda, corrió lo más
veloz que pudo, tratando de ganarle a la de los ojos de abismo. Se
apuró...si...como se apresuró. Sin embargo cuando llegó a su diestra, ya la
mariposa de las alas de viento había volado. Puso la mano muy suave sobre su
pecho aún tibio, tomó sus despeinados calzados y los apretó contra su seno mientras
los tristes guayacanes, con su tapete salpicado de bermellón y raíces borrachas
de ruina, lloraron pétalos de colores sobre el cuerpo.
Yo
estaba allí ¿acaso se te olvida? Fue cosa del destino. El destino tuvo la
culpa, tú no. La velocidad en esta zona es de setenta y apenas ibas a setenta y
cinco. No bebiste ni una sola gota de licor, no lo has hecho; tampoco manejabas
con desorden, soy testigo de ello. Casualidad que al acercarte, el neumático
delantero izquierdo reventó tirando el carro hacia donde él se encontraba.
Trató de esquivarte pero el golpe fue peor, en vez de pegarle con un costado lo
agarraste de frente: defensa, parabrisas, capota, baúl; finalmente, suelo. ¡Que
porrazo! Sin verlo ya me imagino su estado. ¡No! Escucha, no eres responsable,
te juro que fue un accidente, te lo juro. ¿Cómo se te ocurre hacer esas
comparaciones? Este percance no tiene nada en común con el otro. Aquella vez:
una fiesta de fin de semestre, algo de cerveza, un poco de cansancio acumulado,
conducir sin otra persona con la cual conversar, un segundo de sueño y
despertaste con el golpe. Huiste lleno de pánico al ver manchado su trajecito.
Por supuesto que lo hiciste. ¿Donde estaba la madre? Apenas eras un estudiante
¿Que podías hacer? Ir a la cárcel no le devolvería la vida. Truncar tu carrera
¿Con que provecho? Si, si, quizás tuviste algo de culpa, tal vez... ¡pero esta
vez no! Un reventón, una llanta explotó y te sorprendió ¿quién puede prevenir
algo tan casual? Convéncete, fue un accidente. El auto se dirigió hacia él y no
hubo tiempo para reaccionar. ¡Te juro que fue un accidente! Sacúdete los
vidrios de la camisa. Es más fácil si te sueltas el cinturón. No, no. Dudo que
haya algo útil que hacer. Esta bien, esta bien, ya que insistes, vamos a ver.
No creo que me guste, pero vamos.
No me gusta y no entiendo. No se por
qué hacen tanta alharaca, total, así es la vida. A cualquiera le puede ocurrir
un incidente. Con cosas más importantes que hacer y pierden el tiempo
curioseando. ¡Morbosos! En vez de ayudar, están allí... mirando. Yo no puedo
perder tiempo, no puedo darme ese lujo. Por los reajustes estoy en la calle y
ahora mi trabajo es buscar empleo. Tengo mujer y tres niños a los cuales no
abandonaré, aunque a veces me entran ganas de huir. Estábamos tan bien y ahora
no les doy buena vida. Los dos mayorcitos iban a la escuela particular, tuve
que cambiarlos a la pública. No les estoy dando la vida que se merecen y por
eso la Maida buscó trabajo en un almacén. Mi orgullo y mi bolsillo, al
respecto, tienen opiniones contrarias. Por más empeño que pongo la suerte no me
acompaña, sólo trabajos eventuales. La única buena suerte fue ganar una oferta,
un seguro de vida por un mes. Claro, esperan que después del plazo lo siga
pagando. ¿Con qué? ¿Con cascarita de huevo? Conmigo no cuenten. La situación
puede mejorar. Acabo de tener una entrevista donde me dieron esperanzas, casi
seguridad. Volveré a trabajar, seré de nuevo el jefe de la casa y ya no tendrá
que trabajar mi mujer. Ahora debo levantarme y ordenar las cosas, no puedo
desperdiciar tiempo. ¡Ah! No me puedo mover. Y siguen allí, mirando. Vayan a
hacer algo útil en vez de estar aquí alimentando su curiosidad. Morbosos, eso
es, morbosos entrometidos que se deleitan en observar los contratiempos ajenos.
Sí, especialmente ese cabezón de rostro sudado que me miraba desde la
ventanilla del bus y ahora está aquí, junto a la loca que robó mis zapatos.