Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 27 de diciembre de 2015

EL DESEO DE JUANCITO



EL DESEO DE JUANCITO
            Juancito es un limpiabotas.
            Todas las madrugadas se levanta con la esperanza de lustrar algún par de calzados antes de entrar a la escuela; cuando sale de ella se dirige a la plaza y abrillanta zapatos hasta la llegada de la noche. No es de extrañar, entonces, que su mejor amigo sea el cepillo de lustrar. Con él sostiene largas conversaciones y no hay secretos entre ambos, bueno, casi nunca.
            Después de cada jornada dirige sus pasos al hogar. Tiene que atravesar el puentecito sobre la quebrada de aguas negras y saludar atentamente, para no pagarle, al tipo del enorme diente de oro que pide plata por cruzarlo. Antes de llegar a su casa todavía tiene que saltar algunos charcos de extraña procedencia. Siempre lo hace con mucho cuidado, no se vaya a caer de su caja y extraviar su mejor amigo, el cepillo.
            Dentro de la vivienda saluda a su abuela y mira de reojo a sus hermanitos. Generalmente, a esa hora su mamá aún no ha llegado. A su papá sólo lo ve en la corregiduría cuando le sacan una boleta por lo de la pensión alimenticia.
            Ingiere la única comida fuerte del día. Hace algunas tareas. Medio que se lava los dientes. Eso sí, lustra muy bien sus zapatos venidos a menos; de él jamás podrán decir que es el herrero que usa cuchillo de palo. Se acuesta entre dos de sus hermanitos y espera el sueño mirando el techo de zinc oxidado. Entonces la abuela le pide un informe pormenorizado de todo lo que hizo durante el día. Juancito lo hace, poniendo por testigo, a su amigo, el cepillo de lustrar.
            A la madrugada siguiente, lo mismo, otra vez.
            Juancito ha repetido un par de grados, por lo cual las camisas del uniforme escolar le quedan con el ombligo medio afuera. Pero eso ya pronto no va a importar, este diciembre termina la primaria y el próximo año usará otro uniforme. Tiene grandes planes para celebrar la graduación y, al fin, cumplirá un íntimo deseo.
            Con mucho trabajo ha ido ahorrando algo y seguirá hasta tener suficiente para realizar su anhelo. Este afán se le desbordaba por los poros y no le era fácil ocultarlo. Tanto que el cepillo llegó a notarlo.
            Sin conocer los pensamientos de Juancito, su amigo le animaba a no desistir y a seguir trabajando. Que él mientras tuviera pelo, lo acompañaría siempre. Juntos trabajarían por alcanzar el deseo de Juancito. Aunque le molestaba un poco que su amigo no confiara en él y le guardara un secreto.
            Un día por fin, mientras lustraban en el parque, el cepillo ya no resistió más la curiosidad y le preguntó sobre el famoso deseo. Juancito, después de algunos rodeos, le contestó:
            -Amigo mío, quiero ahorrar suficiente plata para mandarnos a poner a mi abuelita, a mis hermanitos, a mi mamá y a mí mismo, un enorme y brillante diente de oro para poder sonreír-.
            El cepillo no quiso decir nada y se apuro a seguir estirando el betún sobre el cuero del calzado.

domingo, 20 de diciembre de 2015

CABRA CLOROFÍLICA

Una cabrita verde cayó en el hueco de mis sueños. Sus ornamentas se incrustaron en mis encías y la savia derramada, en el aire, dibujó su nombre: Exequátur.
            Aquella cabrita, con pezuñas de algodón, pastó entre mis agróstides y el sirle fértil desbordó la parcela en rosas, oberturas, versos, y me guió hasta el bosque turquesa donde trotan rinocerontes calzados con zapatillas de porcelana, donde vuelan hipopótamos con alas de tul, donde los tapires y sus encajes buscan el polen de los claveles, donde un engripado elefante estornuda decenas, cientos, miles de colibríes y sonríe azorado.
            Y juntos, Exequátur y yo, allá en el bosque turquesa le dimos la bienvenida a los perros de aire que ladran poemas de espumas y a las mariposas de enormes orejas que buscan la voz correcta y a un búho con plumas de uranio que se ríe de tal codicia.
            Esa cabrita me enseñó a buscar. Y aprendí a buscar. Y busqué a una potranca que corriera por la llanura sin perderse de vista. Busqué un amanecer de toros en embestida salvaje contra las tristes murallas y a una trapecista que saltara envuelta por las trenzas del viento.
            Busqué un mar sabio donde murieran ahogados los peces ridículos. Busqué una vorágine que arrastrara los velos del imposible en rifa de todo o nada y a una mujer con M de Edén que comiera de lo prohibido.
            Busqué una estrella rabiosa coronada de resplandores. Busqué una madrugada fresca, una cascada de rocío y un camino, lleno de baches, pero al fin y al cabo, camino. 
Busqué una razón para respirar. Busqué un desmotivo de querellas y un grito silencioso en la autopista. Busqué el hueco de mis sueños. Exequátur, la cabrita verde, me lo descubrió.