Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 3 de enero de 2016

VUELVO A MI PUEBLO

Vuelvo a mi pueblo y voy comparando los recuerdos de la infancia con las imágenes provocadas por los retumbos del auto. Ya no había razón para quedarme allá, ya no podía quedarme allá, por eso regreso a mi pueblo.
Desde mi cómoda posición, me acuerdo de la selva por la que tantas veces busqué guabita cansa boca y evoco el monte que siempre estuvo lleno de sonidos. Recuerdo a mis parientes que de día labraban la tierra y en la noche, con sus cuentos y leyendas, sembraban fantasías en mi mente. También recuerdo el hambre que me alejó de este territorio. Esa hambre que tiene olor a perro.
            Hoy regreso y encuentro un silencio de olor a hierba quemada y a guabita cansa boca desaparecida. Ya hay carretera hasta el pueblo; siento como el carro, a pesar de los baches, se desplaza sin mayores problemas mientras me llegan voces de chiquillos. Me los imagino desnudos corriendo en el lodo. Presiento que todo ha cambiado y que ahora es más fácil sacar a una mujer parturienta y buscar guaro y cigarrillos.
            Al llegar a casa, me dan la bienvenida las carcajadas rellenas de aliento alcohólico de jóvenes vecinos que ni siquiera habían nacido cuando partí. Los olores de la cocina empeoraron desde la última vez que los percibí. Hace tantos años partí huyendo del aroma a olla vacía. Pero nunca olvide mi pueblo. Ahora regreso a él. Lo encuentro y a la vez no lo encuentro. A pesar de los años el dolor no se movió de lugar.
            Vuelvo a mi pueblo y sólo hallo caras nuevas con los mismos sufrimientos. Por eso siempre es amargo volver. Pero ya no podía quedarme allá. Siempre es triste recomenzar. Pero ya no puedo reiniciar nada. ¡Que grande es mi malestar! ¿Pero a mí que me pueden importar ya los malestares?
            Intenté quedarme allá, en esas tierras, y ser próspero y estable; logré ganar algo de dinero pero jamás me aceptaron. Siempre fui tratado como extranjero. Ahora de nuevo aquí, me siento rodeado de espumas y lo peor... creo que soy el único con esa sensación.
No hay muchos amigos y parientes conocidos, sólo recuerdos ingratos que a fuerza de no querer sufrir tengo que endulzar. ¿Dónde me habré equivocado? ¿Habrá sido al pensar en el progreso? ¿En desear tiempos mejores? ¿En huir de un pueblo sin otro futuro que el de mantener a sus hijos en vacaciones permanentes? No sé. Lástima que dentro de esta camisa de madera, este cajón del viaje sin regreso, ya no pueda enmendar nada.