Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 31 de agosto de 2014

LA OTRA TABOGA


¿Quién envuelve con su piel? No es Penélope. Es la ira y ni siquiera es mujer pero sus manos tejen en el recuerdo las caricias que provocan incendios.
¿Quién pretende dictar los sabores? No es Odiseo. Es el rocío y ni siquiera es hombre pero marchó sobre los mares en busca de los muros de Troya.
¿Quién pretende ser el puerto? No es Itaca. Es la otra Taboga y ni siquiera es isla pero desde sus playas se abordan naves que descubren universos.
Taboga, la otra Taboga. Isla de piñas con riveras de tela y vigilada por un pequeño sol. Así como las arenas reciben las olas, así sus almohadas acogen los sueños.
Taboga, la otra Taboga. La repleta de inquietudes y oráculos: ¿Quién hará feliz al mendigo de flores? La jardinera de sueños. ¿Qué perfume abrazará el cáliz? El de la tierra envolviendo entrañas. ¿Dónde los tallos alcanzarán el polen? En las playas de nubes. ¿Quién traerá el consuelo? El sol y sus dientes de maíz. ¿Y por qué un huracán envuelto en sus espinas desafiará la soledad? Porque el viento se va y los ojos firmes continúan en la habitación.
Taboga es isla. Es puerto. Es oráculo. Pero sobretodo, Taboga es nostalgia.
Evoca el entorno de miradas cuando los besos no se rinden. La sonrisa de rostro entero y el ombligo de sensibilidades. Los conjuros de aquella palabra que hace caer la lluvia y a los cangrejos bailar y a las gaviotas cantar y a los cocoteros aplaudir y a las olas silbar.
Y sueña con regresos. Porque de los peces y los gatos, de los líquidos y los arenas, un sol de mandarina bailará en los labios náuticos. Taboga tiene nostalgias.
Y cada árbol y cada roca de sus riveras y cada pez y cada tortuga de sus aguas piden al céfiro se lleve este verso: “Idólatra de las rocas, ven y camina por estas arenas”.
            Con amor ama Taboga, por lo menos al recuerdo que marca sus pasos en la arenisca. Más cuando viene el sol en caída libre mientras lo espera el horizonte y sus brazos abiertos. Más cuando viene el viento cabalgando entre las olas mientras lo seduce el aroma de los sargazos. Más cuando viene la luna sonriendo entre las nubes mientras la rodean las estrellas danzarinas.
Taboga es sol y viento, nubes y luna, horizonte y sargazos, olas y estrellas. También es la espera. Esperar esa peculiar expresión de labios a punto de sonreír y ceño que corre de ida y vuelta, entre el enojo y la alegría. Esperar que esas facciones de tristeza alcen vuelo y dejen el campo libre a media docena de bocas rebeldes y prestas a parir besos.
Nunca más la una en punto, nunca más la soledad. Y en cada atardecer esperar se continúe el rito: El canto del viento arrullando al sol que se duerme. Y en cada madrugada, la luna acariciando los cristales.
Con amor ama Taboga, más cuando viene el manto frío de la noche y con la noche, el mago de los sueños y con el mago, la caricia sobre los pechos.
Así ama Taboga, sin retratos pero sin olvido, sin promesas pero sin desmayo. Sólo quiere sentir pasos en la playa y escurrir su arena entre los dedos y las sandalias. Sólo beberse el horizonte y las espumas rojas del atardecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario