Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 10 de agosto de 2014

AÚN DE PIE, SEÑORA

Hay fieras que saltan la cerca, se arrastran por el prado, se cuelan por una ventana y atacan a sus víctimas en su propio hogar; así es el cáncer, no sospechas su presencia hasta que es muy tarde. El Checo, sin ser un anciano, era devorado por uno. Cuando representó al país en un congreso en Praga le dieron las llaves de la ciudad; fue tan grande su orgullo que creyó estar en el cielo en el que no creía. ¡Qué tiempos! La revolución era un hecho real defendido por muchos; ahora, parecía negocio abandonado. Él, a su modo, seguía defendiéndola. Pero los tragos, la pobreza y el ataque certero del cáncer lo separaban de aquellos días. Ahora, acostado en un rincón de su cuarto, alumbrado por el punto rojo de un cigarrillo, oía los pasos de la muerte, su última novia, rondar su viejo colchón.

            Asistía a la escuela y mal que bien, intentaba dar sus clases; las fuerzas no le duraban mucho y pronto debía acostarse en un sofá del salón de profesores. Era entonces cuando la cafetería hervía en rumores sobre su evidente deterioro. Él, desde su cama improvisada, replicaba irónico: "Eso es cuento de los guacamayos". No soportaba el olor de la intriga. Su desquite, pedir prestado. Para nadie fue sorpresa que dejara de ir al colegio. Hubo quien dijo verlo por las cantinas del mercado y muchos se quejaron por no cobrarle lo adeudado. Otros lo encontraron en una cama de hospital. Allá fue a verlo su última novia y sintió el roce de su velo, el olor de las flores del ramo y aquella mano fría acariciándole el pecho. A su pregunta final de: "¿Cómo está profesor?", él le contestó: "Muriéndome, señora, pero aún de pie".

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