Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 2 de marzo de 2014

Palabras de un tío a su sobrino

Querido Davisín, querido sobrino, sobrino que cargué en mis brazos, mis brazos que también abrazaron a Monina, mi bella hermana, tu bella madre, te hablo desde mi oscuro podium de ánima penitente. Mi alma no descansa, no puede descansar.
Querido Davisín, querido sobrino, sé y lo sé muy bien que no recuerdas mis sonrisas. Pero también sé y lo sé muy bien que tú y yo estuvimos conectados. Fuiste tú quien dio la alarma: ¡Tío Pipo pum, pum! ¡Tío Pipo pum, pum! Sino hubieses dado ese pitazo, yo hubiese muerto sin volver a ver el rostro tierno de mi madre, el rostro tierno de tu abuela.
Querido Davisín, querido sobrino, la historia está escrita, la de Ascanio, la mía no. Te la cuento. Estudié hasta el I bimestre de 6° año en el Instituto Bolívar, de allí pasé a la nocturna del Instituto Nicolás Victoria Jaén, me cambié porque quise trabajar, quise hacerme responsable de mi vida, quise dejar de ser una carga para mis padres. Además, trabajando en Salsipuedes, recogía algunos reales con los cuales patrocinaba una que otra actividad de la federación de estudiantes. El 9 de enero de 1964 era ya casi el final del IV bimestre, faltaba un mes y unos cuantos días para graduarme del bachillerato. Pero la ocupación colonial no quiso que fuese así.
Aquella tarde de dolor y gloria, de sangre y honor, los aguiluchos llegaron hasta mi aula de clases y nos contaron la humillación, y nos hablaron del escarnio, y mi pecho no pudo menos que estallar y marchar hasta la frontera impuesta. Sabes muy bien que, al igual que tú, soy panameño hijo de inmigrantes, tu abuelo es colombiano, tu abuela es peruana, pero tu abuelo y tu abuela quisieron más a esta patria que muchos malandrines nacidos aquí. 
Caminamos desde Bella Vista hasta la frontera impuesta, la que hoy conoces como avenida de Los Mártires. Allá tomé la bandera y marché con ella y marchamos todos, varias veces, entre el comisariato de Curundú y el Nido de Águilas. Veníamos de regreso desde el Instituto y en la esquina del Hotel Tívoli, en esa  maldita esquina y desde ese maldito hotel, cerca de las diez de la noche dos  balas del 45 me alcanzaron. Una atravesó mi cuerpo, la otra reventó mis pulmones. No creas que me causó alguna consternación saber que saquearon ese hotel.
Me llevaron al Santo Tomás y me dieron por muerto. A la una de la madrugada del 10 de enero se percataron que aún vivía y hasta a esa hora comenzaron a atenderme. La noche del 9 de enero fui herido y di la batalla por mi vida hasta la noche del 11 de enero. Dicen que si el banco de sangre no hubiese colapsado, quizás me hubiese salvado. Quizás en el siguiente mayo hubiese celebrado mi cumpleaños número 19. Pero Panamá es tierra de paz, ¿cómo estar listos para la guerra? ¿Quién iba a imaginar que el odio se atrevería a tanto? Antes de partir, al ver el rostro lloroso de mi madre, sólo pude consolarla con estas palabras, mis palabras: todo es por la patria.
Pero Davisín, a pesar de los muchos frutos de la sangre derramada, mi sangre, no puedo descansar, no me dejan hacerlo. Desde acá te digo que hay seres peores que los demonios del infierno. Los hombres, las mujeres que se burlan de la sangre del sacrificio valiente, los que se mofan de los muertos por la patria, esos son peores que Belcebú y sus legiones.
Querido Davisín, querido sobrino, estoy cabreado, estoy cabreado de tanta pose. Estoy asqueado de tanto turismo. Porque parece que de eso se trata, de ir a tomar el aire fresco frente a mi sepultura, de tomarse la foto a pocos pasos de la placa que identifica mis restos. ¿Será que los  más honestos son los que de una vez se marchan a las playas y olvidan el día de mi asesinato? Gobiernos van, gobiernos vienen y ni uno sólo ha sido capaz de reivindicar la totalidad de nuestra causa: Panamá para todos los panameños y no para unos cuantos.
Querido Davisín, querido sobrino, estoy cabreado, estoy cabreado de tanta mentira. Estoy cabreado de ver que aquellos que gritaron: ¡Maten a todos esos comunistas! Ahora son los que pelechan del canal. Esos que decían que la soberanía no se come, son los mejor alimentados por la soberanía. Estoy cabreado sobrino, muy cabreado.
Querido Davisín, querido sobrino, estoy cabreado, estoy cabreado de tanta incoherencia. Estoy cabreado del turismo revolucionario, de ver a tanto joven de mi edad que estudia en la universidad a la que las balas no me permitieron asistir, verlos ser patriotas hasta que se gradúan y el gobierno o el partido o alguna ONG patrocinada por mis asesinos los contrata. Son patriotas hasta que comienzan a cobrar un cheque por dejar de serlo. Y claro, mientras hacen la revolución no dejan de enriquecer a los dueños de las cervecerías, a los cómplices de mi asesinato.
Estoy cabreado, sobrino, estoy cabreado de ver a tanto turista del primer mundo exclamar con gran asombro en las marchas del tercer mundo: ¡Esto ser da revolución! ¡Que gud es ser revolucionario! Sobrino, ¿tú no crees que sería mejor que ellos regresasen a sus países a revolucionar las leyes de migración que nos impiden ir a sus tierras a hacer la revolución que ellos no se atreven a hacer allá y así nosotros poder regresar y hacer la revolución acá?


Davisín, soy Estanislado Orobio Williams, tu tío, la razón por la cual te sientes orgulloso de no tener la visa de los gringos. Pero también espero ser la razón por la cual te sientes orgulloso de tu trabajo, de tus amigos, tu bandera y tu país. Pero querido sobrino, te pido un gran favor, te lo pido desde mi oscuro podium, sigue conectado a mí. No a mi fantasma, a mí. No a mí nombre, sino a mi persona. Fui un muchacho que aún ama este país, que como hijo amó y también como hermano y como enamorado; apenas pude comenzar a trabajar lo hice y siempre que pude fui solidario; cuando tuve que cargar la bandera también lo hice. Mi pecho fue atravesado por el plomo y morí por no recibir la correcta atención médica. Sé y lo sé muy bien que jóvenes como yo aún abundan en Panamá. Davisín, conéctate a mí y diles mis palabras, diles que no las olviden: Todo es por la patria. Todo es por la patria. Que todo es por la patria. Sólo así podré abandonar este oscuro podium, sólo así podré descansar. Sólo así mi Panamá, tú Panamá será la patria, por fin, la patria de todos los panameños. 

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