Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

martes, 26 de noviembre de 2013

LA PLAGA

La copa que no contiene

Ciudad Menhir.
            Año 2136.
            Hace 147 años apareció la plaga.
            Por las noches, para defenderse, los ciudadanos construyen retenes donde la esperan armados. Por las noches, para defenderse, los ciudadanos inundan la oscuridad con el sonido de las contiendas.
            Silcon es el jefe de los beligerantes; es un notable estratega y conoce bien la ferocidad de la plaga. Alrededor del ombligo tiene varias cicatrices que le recuerdan unos dientes antropófagos.
            A Menhir llegan pocos turistas, un viento de miedo los aleja. Uno de ellos llamado Tedrom, se sumó a la defensa de la ciudad. Viene del otro lado de la cordillera, atraído por las noticias de los desastres causados por la plaga.
            Al anunciar su deseo de pelear, recibió muchos aplausos de los ciudadanos; solamente Nutbra no lo felicitó. Uno y otro conversaron sobre lo desatinado de guerrear en los retenes, pero aún así, la curiosidad de Tedrom se mantuvo viva.
            Nutbra es un maestro dedicado ha estudiar a la plaga; sus hábitos, evolución y desarrollo son temas que domina de sobra. Él conoce su origen; ella es una mutación fruto del contacto con los vapores desprendidos por unos cristales al sublimarse. Un día observó una transformación y quedó muy impresionado;  desde entonces, procura alejar de las refriegas a las personas que nunca han visto a la plaga.
            Todo esto, excepto los detalles de la fisonomía de la plaga, Nutbra se lo contó a Tedrom; pero este insiste en hacer guardia, empujado  por la angustia que despierta el peligro de ser comido. Nutbra teme revelar con una palabra de más, lo que él considera el mayor perjuicio de la plaga.
            Caminaron juntos hacia un retén donde Silcon recibió alegre al visitante, tanto que improvisó algo con sabor a ceremonia militar al entregarle un arma de combate.
            Orondo con su fusil, Tedrom imaginaba vivir una aventura bélica; estaba listo a exterminar fría y serenamente a ratas, grillos, reptiles o cualquier peste que fuese la plaga.
            En la barricada, los ciudadanos parecen lobos prestos a libar sangre. Nutbra frente a ellos calla...el retén es para la guerra...pero no olvida la fisonomía de la plaga. Al tomar los guerreros sus posiciones, la espera muy delicadamente se viste con el chal del silencio. La luna sonríe a todo fulgor, dando suficiente luz para apuntar, disparar y no fallar.
            El espeso mutismo se diluyó, cuando la atmósfera se colmó de pequeños ruidos que se convirtieron en un gran escándalo al grito de allí vienen.
            Silcon pasándose la mano por el ombligo dio las órdenes pertinentes. Nutbra se persignó y apuntó con su rifle hacia donde se oía acercarse a la plaga; todavía lamentaba la presencia del forastero en el retén. Tedrom por su parte, sufría las consecuencias de un derrame de adrenalina en la sangre; el pulso acelerado ocasionaba un ruido de cascadas en sus oídos, impidiéndole escuchar claramente otras cosas.
            Entre bramidos se dejó ver la plaga y a una señal de Silcon, los ciudadanos con muy afinada puntería, empezaron a disparar; Nutbra también.
            Tedrom no pudo creer lo que veía, era espantoso conocer por fin a la plaga y verla morir...horrible. La curiosidad y el temor a ser comido, fueron superados en creces por nuevos y agobiantes

Sentimientos. Por un segundo cruzó su mirada con Nutbra, comprendiendo el afán de salvarlo de tal espectáculo. Se quitó la camisa y gotas de sudor aterido recorrieron zigzagueando su espalda. Un pequeño mareo le ascendió por las piernas hasta las sienes, un ligero malestar asustado por un espécimen de la plaga que saltando el retén, vino a morir a sus pies gracias a los tiros de Nutbra. Silcon sonrió y siguió disparando. Tedrom observó bien el cuerpo y ya no tuvo ninguna duda sobre que era la plaga. El visitante del otro lado de la cordillera, el turista que vino a deleitarse en sentimientos desagradables, sintió afectada su humanidad y estrangulando el cañón del fusil, dejó escapar un plañido y torpemente pudo balbucear: -pero si son niños...son sólo niños...-

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