Acosado
Frente a mis ojos se transformó, se
convirtió en una especie de perro negro de enormes colmillos amarillos; sus
patas, con enormes garras grises, estaban cubiertos de callos rosados y su cola
verde parecía de rata. No estoy loco y no crean que porque estoy viejo imagino
cosas.
La fama que tiene la calle 14 es la
de ser una vía peligrosa, por lo cual es poco transitada. Durante el día es probable
ser asaltado y en la noche, prácticamente un hecho. La calle 14 es el nicho
ecológico de las hordas de la niebla pulverizada, por lo cual es sinónimo de
robo y violación. Violación. En más de una ocasión los gritos inundaron el
silencio de la noche. Hace poco una muchacha fue prácticamente majada a golpes
y sólo un milagro podría salvarle la vida. ¡Quién sabe si ese milagro ocurrió!
Yo vi cuando esa cosa lo mató. Le mascó
el cuello, la cara y el pecho. ¡Pobre tipo! Fue por lana y salió trasquilado.
Dentro de las hordas uno de los
peores sicarios es Cható, el de la cicatriz facial en forma de luna. Dicen que
a sus víctimas les va peor cuando no tienen dinero encima, dizque para que el
próximo atraco no olviden traerlo. Habitualmente, patrulla en la oscuridad de
la calle 14 en busca de quienes le darán el tributo forzado que lo sumergirá en
los vapores de la niebla pulverizada. Para ello se asegura que las luminarias
de la calle siempre estén apagadas. Ha desarrollado un buen brazo de tanto
apedrearlas.
Hoy es una buena noche para
fechorías: la luna atemorizada se esconde tras una pared de nubes y las
estrellas indiferentes fingen no verlo
pasar. Hace un primer recorrido donde sólo se topa con el viejo Liopo, el desamparado
del barrio, que buscaba un hueco donde dormir. Siempre en la sombra y al
acecho, se envalentona con monte mientras los perros aúllan a la luna
escondida.
Pasada la media noche, alguien dobla
por donde empieza la calle 14. Por las sombras, Cható no pudo distinguir bien y
decidió acercarse cautelosamente. Como una pantera, recortó la distancia en
silencio y pudo percatarse de que se trataba de una mujer joven. Esto aceleró
sus instintos y tensó sus músculos ansiosos por atacar.
No sé si fue cosa de la justicia divina o
de un pacto con el diablo, pero sí sé que fue horrible.
A la distancia correcta se abalanzó
sobre su presa. La luna queriendo ser testigo salió de su escondite, mientras
las estrellas engordaron sus miradas. El espectáculo parecía que estuviese
ocurriendo en una selva y no en la ciudad, entre animales y no entre personas:
Él encima de ella trataba a golpes de callar sus gritos, a su vez las flechas
del miedo cerraban las ventanas de las casas vecinas. Ya en posición, los rayos
de la luna acariciaron el rostro golpeado de la joven; Cható reconoció aquella
cara que ahora le sonreía misteriosamente...
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