Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

sábado, 9 de noviembre de 2013

EL CASO DE LA CALLE 14

Acosado

Frente a mis ojos se transformó, se convirtió en una especie de perro negro de enormes colmillos amarillos; sus patas, con enormes garras grises, estaban cubiertos de callos rosados y su cola verde parecía de rata. No estoy loco y no crean que porque estoy viejo imagino cosas.
            La fama que tiene la calle 14 es la de ser una vía peligrosa, por lo cual es poco transitada. Durante el día es probable ser asaltado y en la noche, prácticamente un hecho. La calle 14 es el nicho ecológico de las hordas de la niebla pulverizada, por lo cual es sinónimo de robo y violación. Violación. En más de una ocasión los gritos inundaron el silencio de la noche. Hace poco una muchacha fue prácticamente majada a golpes y sólo un milagro podría salvarle la vida. ¡Quién sabe si ese milagro ocurrió!
Yo vi cuando esa cosa lo mató. Le mascó el cuello, la cara y el pecho. ¡Pobre tipo! Fue por lana y salió trasquilado.
            Dentro de las hordas uno de los peores sicarios es Cható, el de la cicatriz facial en forma de luna. Dicen que a sus víctimas les va peor cuando no tienen dinero encima, dizque para que el próximo atraco no olviden traerlo. Habitualmente, patrulla en la oscuridad de la calle 14 en busca de quienes le darán el tributo forzado que lo sumergirá en los vapores de la niebla pulverizada. Para ello se asegura que las luminarias de la calle siempre estén apagadas. Ha desarrollado un buen brazo de tanto apedrearlas.
            Hoy es una buena noche para fechorías: la luna atemorizada se esconde tras una pared de nubes y las estrellas  indiferentes fingen no verlo pasar. Hace un primer recorrido donde sólo se topa con el viejo Liopo, el desamparado del barrio, que buscaba un hueco donde dormir. Siempre en la sombra y al acecho, se envalentona con monte mientras los perros aúllan a la luna escondida.
            Pasada la media noche, alguien dobla por donde empieza la calle 14. Por las sombras, Cható no pudo distinguir bien y decidió acercarse cautelosamente. Como una pantera, recortó la distancia en silencio y pudo percatarse de que se trataba de una mujer joven. Esto aceleró sus instintos y tensó sus músculos ansiosos por atacar.
No sé si fue cosa de la justicia divina o de un pacto con el diablo, pero sí sé que fue horrible.

            A la distancia correcta se abalanzó sobre su presa. La luna queriendo ser testigo salió de su escondite, mientras las estrellas engordaron sus miradas. El espectáculo parecía que estuviese ocurriendo en una selva y no en la ciudad, entre animales y no entre personas: Él encima de ella trataba a golpes de callar sus gritos, a su vez las flechas del miedo cerraban las ventanas de las casas vecinas. Ya en posición, los rayos de la luna acariciaron el rostro golpeado de la joven; Cható reconoció aquella cara que ahora le sonreía misteriosamente...

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