Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 6 de octubre de 2013

EL HÉROE

         
El cucharón espera a la flor

-Por favor, solicitamos a los presentes hacer silencio, para dar inicio a nuestra conferencia de prensa. Esta actividad es el primer contacto de los medios con el señor Carvajal. Ya todos conocemos su gran hazaña, así que un poquito de calma-.
            Así se expresaba un administrativo del hospital donde Alejandro, joven atleta, se encontraba recluido mientras observaba a los  periodistas disparar sus cámaras y tratar de entrevistarle; también sentía flotar un aire festivo que le sobrecogía, al recordar su hazaña. Su especialidad deportiva: los 4OO metros planos. Después de un torneo exitoso, decidió aceptar una invitación, hecha por otros atletas, de pasar unos días en el interior. Al parecer la fecha para el viaje, no era la mejor,  pues durante el trayecto de ida y en toda su estadía el  tiempo fue lluvioso y muy escasos los ratos en que brilló el sol, pero a pesar del agua, no se pudo quejar de la atención brindada por sus amigos; especialmente de doña Lola, la madre de uno de sus anfitriones, que lo trató y recibió como a un hijo. A la hora de regresar aunque lloviznaba, media docena de admiradoras deslumbradas por el brillo de sus medallas, salieron con él a la carretera y le acompañaron entre chiste y anécdota, hasta  detener una chiva que iba medio vacía. Antes de subir se despidió  efusivamente de sus seguidoras. Se fijó en su reloj, decía las 9:16 p.m.  Había  esperado hasta el último momento para irse. Ya dentro de la chiva, que era un modelo antiguo bien destartalado, fue a sentarse al fondo en el asiento que precisamente daba la espalda a la puerta  de urgencia; ésta  apenas arrancó el carro comenzó a temblequear y hacer  un ruido telegráfico. A su lado iba una joven con cara de niña y un infante como de tres años. Alejandro observó lo activo que era el niño. Una mirada de la muchacha le confirmó que era todo un diablito. A todo esto, el niño tarareaba una canción imaginaria al ritmo telegráfico de la puerta.
            -A ver, dinos, Alejandro ¿qué se siente ser héroe?-
            -Se siente uno como bicho raro enjaulado en el zoológico-                         
            -Pero, tú no estás tras las rejas, ¿qué te hace sentir así?-
            -¿Qué diría usted si cada diez minutos alguien con cara de incrédulo abre la puerta del cuarto y le pregunta: Qué se siente ser un héroe?-
            No bien había tomado velocidad la chiva, cuando el aguacero arreció más fuerte. Con las ventanas cerradas, casi todos los pasajeros dormían, excepto el niño y sus juegos, que no le permitían cerrar los ojos a su protectora y a Alejandro, se lo impedía el frío infiltrado por la puerta trasera. Luego pudo comprobar que la puerta estaba cerrada con un alambre. Se enojo, pero al poco rato se serenó. A unos cuantos minutos, próximo a un puente de río crecido, se oyó la bocina de un camión acercándose con la intención de rebasar, precipitadamente, a la chiva.
            -En el día de ayer, el Premier declaró a los medios, estar disgustado con usted por su comportamiento grosero e imprudente. ¿Qué tiene que decir al respecto?-
            -Mire, no quise ofender a nadie. Ayer el señor Ministro vino en nombre del señor Presidente a imponerme una condecoración en honor al valor. Yo sólo dije: "Ojala que el niño más adelante no se arrepienta de seguir con vida."-
            La chiva había reducido la velocidad y el camión, por el contrario, aceleró. Faltando poco para entrar al puente, la mole se abrió a mano contraria. Ya casi había pasado, cuando el camión cortó bruscamente a la derecha, cerrándole el paso a la chiva y empujándola estrepitosamente al río.
            -Después de todo, Alejandro ¿tuviste miedo?
            Debido al golpe, la puerta trasera quedó libre del alambre abriéndose totalmente. La chiva voló por los aires y cayó en un clavado de panza; el agua penetró violentamente mezclándose con el pánico, los gritos y el no saber que hacer. Alejandro aprovechó  la puerta abierta y, arrebatándole furiosamente el infante a la joven con cara de niña, escapó por ella. De allí en adelante, sólo recuerda ideas confusas y en desorden: el vuelo, la succión de la chiva hundiéndose, el esfuerzo sobrehumano, los gritos del niño, la cara de la joven, la fuerte corriente, bultos que afloraban a la superficie para luego desaparecer, la terrible oscuridad, los golpes con las rocas, los gritos del niño, la cara de la joven; por fin, la orilla...
            -Alejandro ¿tuviste miedo?
            Volvió a su mente ese ruido telegráfico de la puerta trasera de la chiva... y recordó a la joven con cara de niña gritando: "¡No...!"

            - Aún tengo miedo, mucho miedo.

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