Las copas del sacrificio
…Aquí el estadio Capital, aquí el termómetro emotivo
estalló, ganan las Águilas a los Jaguares. Gol de oro después de un empate a
tres, gol de oro del zaguero Roger Hernández, a los cuatro minutos del segundo
tiempo extra. Un centro incómodo con ansias de excelencia y el taco izquierdo
de Roger convirtió la zozobra en triunfo glorioso. Un poco más y se van al
punto penal. Juego no apto para cardíacos, señores, pero ganó el mejor, el que
metió el gol, no cualquier gol, sino el gol dorado, el gol que hace la
diferencia final y definitiva. La muerte súbita llegó y el ganador se lo lleva
todo. Después de un marcador adverso, dos a cero durante todo el primer tiempo,
cuarenta y cinco minutos bajo el yugo; pero las Águilas se crecieron, abrieron
sus alas y no sólo empataron sino que ganaron el partido, la final de la Copa
Globalizadores del Continente. El público aclama a los ganadores, las
autoridades policíacas ponen a buen recaudo a los perdedores. Ya pronto inicia
la ceremonia protocolar de premiación. Los personeros de la Federación de
Fútbol y las personalidades invitadas se acercan al entarimado, las Águilas
saludan a su público y la fanaticada ruge. Las Águilas suben a la tarima y uno
a uno recibe su medalla, y Roger Hernández, el autor del gol de oro, recibe el
trofeo, la Copa Globalizadores del Continente. Las Águilas recorren el cuadro
de juego, en vuelta triunfal, mostrando la Copa, paseando la Copa, llenos de
honor, repletos de orgullo y el público los aclama con gritos, con aplausos y
quien sabe, con algún lamento. En estos momentos las autoridades policíacas
conducen a los Jaguares, al equipo perdedor, a quienes vieron desvanecerse el triunfo,
al centro del campo y ahora sí, lo que todo el mundo esperaba, la vuelta a las
antiguas tradiciones, el perdedor se quedó sin nada. Desde el primer torneo en
la ciudad de Davos, las reglas establecen claramente, medallas para los
ganadores y lapidación pública y automática para los perdedores. Los fanáticos
enloquecen, aúllan. La policía ya está lista. Roger Hernández abraza emocionado
el trofeo. No hay escape para los jaguares…
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