El amor es un gato
-Haló
-Buenas, ¿se encuentra
Charitín?
-Sí, ella habla.
-Hola, habla Víctor.
-¡Eh, Víctor! ¿Cómo estás?
-Aquí comiendo cabanga desde
la última vez que nos vimos.
-¿Cabanga? ¿Y eso?
-Nom'be, que mi hermana fue al
interior y trajo varias, me he dado una "jartá" que ni te imaginas.
-Bueno, ¿y cuando me traes un
pedazo?
-¿Así que quieres comer
cabanga? No te lo recomiendo, en exceso puede hacer daño; pero algún día vas a
comer de la cabanga que yo te dé.
Esa misma noche, Charitín
Córdoba partió al extranjero a terminar estudios en ingeniería con
especialización sabe Dios en qué cosa y esperó en vano la despedida de su amigo
Víctor Martínez. Él, más adelante, le explicó en una carta el porqué de su
ausencia en el aeropuerto; según sus propias letras "resulté no ser tan
fuerte para la despedida".
Días después de la partida
Víctor se encontró solo, como si algo le faltara; buscó refugio en el pasado y
se puso a recordar. Se acordó de cuando conoció a Charitín; al principio le
cayó mal por ser muy hablantina, pero al escuchar lo que decía halló que tenía
sentido y comenzó a simpatizarle. De a poquitos fue queriéndola y apegándose a
ella. Todo lo de ella le caía bien, incluso cuando lo llamaba chiquillo. Sólo
le llevaba 27 días y ya se creía muy mayor. Aunque nunca soportó cuando venía a
contarle problemas que tenía con su novio y mucho menos cuando ella le
contestaba "NO" a sus propuestas. Incluso, intentando ser poeta, le
cantó así a ella:
“Ojalá que estuviese
El mundo entero contra mí.
Pero no, no es así.
No son los demás,
Los que me hacen sufrir.
Eres tú la que me persigue y
reprime,
Sólo tú estás en contra
mía...”
¡Ah, sí! De mil maneras él le
declaró su amor y de mil modos ella le respondió con un "no". Se
acordó de la última vez que lo hizo, y de las palabras de Charitín:
-Mira, ¿tú eres necio o bobo?
¿Cuándo vas a entender que yo a ti no te veo como hombre? Es más no creo que
seas la suficiente para mí. ¿Eso era lo que querías que te dijera? ¿Cuándo te
he insinuado algo, para que te creas con derecho? Estás engañado, mi'jito, y
perdiendo tu tiempo.
Después de esa
"trapeada", el espíritu de Víctor quedó bajo la planta del pie
izquierdo, prometiéndose para sus adentros jamás volver a tocarle el susodicho
tema.
Los días se fueron sumando en
meses y estos a su vez en años, y mientras Víctor se convertía en un reconocido
reportero, Charitín recibía su diploma y título en ingeniería, con
especialización en sabe Dios qué cosa.
Llegado el día de recibirla en
el aeropuerto, Víctor esperó en un rincón. Ahí se quedó incluso cuando ella,
pasando la aduana, fue a saludar con besos a familiares, amigos y, por
supuesto, a su novio, y ahí se hubiera quedado de no ser porque ella, al
reconocerlo, lo llamó por su nombre y lo saludó muy efusivamente, estrechándole
la mano.
Con el correr del tiempo, su
amistad se hizo más grande, tanto fue así que el día en que su novio por fin
decidió proponerle matrimonio y ella a él si le contesto afirmativamente, fue a
él, Víctor Martínez, a quien Charitín le pidió fuese su padrino de bodas. Él,
al dudar un momento, se vio convencido por las siguientes palabras: "Si me
vuelves a hacer la del aeropuerto, olvídate para siempre de mí". Palabras
sugestivas y muy persuasivas.
Muy rápido llegó el día de la
boda y al finalizar esta, mientras todos disparaban el tradicional arroz sobre
los novios, estaba Víctor mirando fijamente a una muchacha que sollozaba. Se
acercó como para consolarla y ésta se le abalanzó al pecho, golpeándolo y
gritando: "Por tu culpa, por tu culpa". Él, tratando de cubrirse, le
contestó: "Pégale a él, que se casa, y no a mí", a la vez que, a
empujones, se la quitaba de encima. Por un instante pensó: "Si lo hubiese
intentando una vez más", pero luego se acordó de su promesa y decidió
olvidar el asunto.
Como el tiempo no espera a
nadie, siguió corriendo sin detenerse. La vida de casada que al principio
parecía un sueño para Charitín, fue convirtiéndose en pesadilla. Pero siempre
allí estaba Víctor, escuchándole sus problemas y siempre viéndola
reconciliarse.
Un día, Charitín descubrió a
su amantísimo esposo en brazos de aquella muchacha del incidente en la boda. Al
parecer, al contrario de Víctor, ella nunca se rindió. Esto fue el fin y acabó
con un matrimonio de cuatro años, cuatro años de la vida de Charitín y, por
supuesto, cuatro años de la vida de Víctor.
Había llegado la hora de
recuperar el tiempo perdido. Una noche, después de la cena, de una espléndida
cena preparada por Charitín en su casa, sentados muy juntos en el sofá,
mientras una música suave se escurría en el ambiente, Víctor abrazó a la mujer
de sus sueños a la vez que ésta, dócilmente, permitía que sus bocas se uniesen.
Víctor vio en ese momento la oportunidad de su vida: Charitín, solitaria y
desamparada, veía en él un refugio; él todavía la amaba y este era el mejor
momento, no para decírselo, sino para recordárselo.
- Charitín, yo quiero que tú
sepas...
De pronto, a la mente de
Víctor vino el sufrimiento: de cómo llegó a ser padrino de bodas y el incidente
que hubo en ella, de las constantes discusiones y reconciliaciones de Charitín
con su marido...
-Dilo, Víctor, déjame
escucharlo de tus labios.
Recordó de las veces que se
había tragado las lágrimas al verse rechazado; de cuántas veces había orado
cada vez que Charitín le dijo que no, para que ella nunca se arrepintiese de su
respuesta...
-Dilo, tú que eres a quien de
verdad siempre he querido.
Víctor recordó la promesa que
él mismo se hiciera y, poniéndose de pie, se marchó de la vida de Charitín,
diciendo:
-¡Lo siento!
Una buena lectura.
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