Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

lunes, 14 de octubre de 2013

LAS PERRAS DE MIS VECINAS

Frente a frente

Son unas fábricas de excremento. Unas factorías peludas y garrapatosas. ¡Si las he visto en plena faena!, no crea que hablo sin fundamento. A mí me llaman Chejito Pimentel y mi papá siempre me dijo: -No deje que le falten el respeto a su nombre - Y a mí unas perras no me van a irrespetar.
            Duermo cerca de la ventana y el vaho de defecaciones tibias, me despierta en las mañanas. Las malditas han escogido el jardincito bajo mi ventana para desalojar sus tripas. Claro que ganan las rosas, pero pierden mis pulmones. Podría cerrar la ventana pero el calor me sofocaría.
            Estas vecinas mías. Comenzaron con eso de criar perros desde antes que arrancara mi memoria. Dicen que por dedicarse a los perros se quedaron solteras. Digo yo que se quedaron locas.
            Esto se me está volviendo una porquería de rutina: despertarme asqueado, llenar un cubo con agua en el traspatio y disolver excremento y gases, con el cuidado de no maltratar las flores.
            Las viejas, que no son tan viejas, fueron rompiendo palito con los vecinos en la medida en que sus perros fueron desapareciendo. Ahora sólo hay un par de perras. No faltaba más, una barraca con más de nueve perros en un cuarto. Había que hacer algo. De repente tienen motivos válidos para vengarse. Pero, ¿Y el resto de la humanidad? ¿Acaso no contamos? Al deambular por ahí, los perros y sus colmillos, lo acechaban a uno. Ellas decían que los cuadrúpedos eran provocados por las intromisiones en su propiedad; que yo sepa en tan corto espacio, no es muy fácil tener claro los linderos. ¡Ah! Lo peor era cuando una perra se alborotaba; eso era aullido y pelea toda la noche, noche tras noche. Olvidaba las garrapatas. Invasión total y completa. Consecuencia, hueco en el presupuesto de tanto bañarse con jabón fenicado y fregarse los lomos con alcohol y tabaco para evitar la sarna. Mi mujer se volvió una experta restregadora de pellejo, por supuesto, ¿Quién era el más dulce para las chupadoras?
            Mi mujer, me dice que no rezongue tanto, que ella les tiene lástima, más ahora que andan todas desgreñadas. Pero el coraje no se me quita, sus cochinadas me hartaron. Lo que pasa es que mi mujer, cuando va a ver sus rosas, ya el agua a disuelto la caca.

            Como es la vida, ¡Qué rosas más lindas crecen bajo nuestra ventana! Pero ni eso las salva. Mi mujer les tiene lástima porque la sinusitis le impide sentir el tufo, pero yo si tengo muy buen olfato y voy a terminar con esto. Se me ocurre que puedo ir ganando su confianza, con algún platito de comida, otro de agua y hasta de leche. De vez en cuando, jugar con ellas, lanzándole una pelota o algo parecido. Y llegará el día en que ya no olfatearan la comida, ya no la probaran con atisbo de paranoia, me creerán un amigo, y ese día, un par de filetes, suficiente veneno y se acabó el tufo a excremento en las mañanas.

2 comentarios:

  1. Interesante su lectura, increíble sus vecinas, quizá les haga falta la figura masculina para que se independicen de sus caninos.

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  2. vaya, yo he visto perros y gatos en agonía por envenenamiento y es bien triste.... por más que la caca y el tufo sea insoportable, ver un animal o ser humano en agonía con dolor interno, ahogado en veneno... es bien triste. Y si el animal te agarra cariño y ganas su confianza es mucho más triste. Thelma...

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