Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

viernes, 13 de septiembre de 2013

AMOR A PRIMERA BIRRA

Motivos grises

La cerveza estaba caliente, así que tomé dos relucientes vasos de mi vajilla fina, dos bien fregados frascos de mayonesa con todo y etiqueta, los llené con cubitos de hielo y luego con el espumante líquido dorado. Bebimos. Ella habló, yo escuché.
También recordé. Nos conocimos en el lugar más adecuado, una cantina; en la fecha más propicia, los carnavales. Empatamos tan bien que nos encuartelamos en mi casa. Allí vivimos una borrachera hasta el Domingo de Resurrección. Ni siquiera perdonamos el Viernes Santo. Entre la cerveza y el coger se nos escaparon ligeros el entierro de la sardina, la cuaresma y nuestras vacaciones. Ella comenzó el semestre regular en la universidad. Yo regresé a mi trabajo en una agencia de guardias de seguridad.
Al principio iba a buscarla y pronto se me hizo evidente que eso le molestaba. Luego comenzaron las discusiones por las causas más tontas; algo pasaba. Podré ser cualquier cosa, pero no idiota, así que la invité a conversar sobre nuestra relación. Ella habló, yo escuché.
Fue una retahíla como de media hora: que si ella era una universitaria y yo no, que mi ordinariez extrema, que mi descuido en el aseo de la casa, que mi apatía en cosas de salud, que sí este santo, que sí aquella virgen; al final confesó cuanto se perturbó el día que fui a buscarla y la seguí al interior del baño de damas. Por esa razón rompía conmigo. Terminó la cerveza, me entregó el frasco con un gesto que decía “¿Vez?” Y se marchó con sus trastos.

Nunca dijo toda la verdad. Nunca me dijo que a pesar del placer y la cerveza que gozaba en privado conmigo, en público su estómago se llenaba de sobresaltos. Nunca me dijo que al ir a buscarla, su cara palidecía frente a sus amigos universitarios. Nunca me dijo que no podía confesar que cuando hacíamos el amor, mis enormes tetas aplastaban sus pequeños senos.

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