Lo que
más extraño es tu boca de labios estirados cual leona en celo y la inclinación
de tu pelvis a punto de recibirme. Pero nos alejamos, me alejé, te alejaste o
más bien, un sedán me alejó de ti. La velocidad siempre es un inconveniente y
más cuando la impunidad señorea.
Todavía hoy me afano por el retorno
y aunque resisto la separación, sólo puedo adivinarte.
Adivino que te encuentras detrás de
ese terroso muro y que incluso mis huellas dactilares no se borran de tu
cuerpo. Y así como te adivino espero entiendas que no he dejado de sentirte. Me
ahoga pensar que no logres entenderme.
¿Entenderás cuando te digo que el
día que te conocí tropecé con tu aliento como aquel que halló entre las dunas
una orquídea naranja? ¿Entenderás que hoy necesito, más que nunca, me prestes
cincuenta de tus bueyes que arranquen sonrisas a mi huerto? ¿Me entenderás?
No vayas a creer que estoy borracho;
aún aquí las palabras se me atropellan cuando quiero decirte que te amo. Espero
entiendas que la lejanía estorba, que no poder compartir tu mismo espacio me
atormenta y que no ser de tu misma sustancia es un vértigo eterno.
Espero entiendas que los seis pies
de tierra y la grama que me cubren te obligan a agudizar el oído y a prestarme
más atención. Escúchame y escúchame bien. ¿Puedes entenderme?
No hay comentarios:
Publicar un comentario