¿Cómo no encerrar esas cuantas voces entre signos de
interrogación? ¿Cómo no darles el tono de la duda? ¿Cómo no preguntarse por tantos
misterios? ¿Acaso un perro es un misterio? ¿Por
qué saca la lengua? ¿Se estará burlando? ¿Y al mover la cola desea refrescar a
su amo? ¿Y cómo es que suelta tanto pelo y nunca queda calvo?
¿Cómo no preguntarse por qué debajo
de la cama siempre aparecen monstruosas bolas de pelusa? ¿Será que de noche,
misteriosos primates descansan de un ajetreado día? ¿Y por qué siempre son
grises? ¿Se tratará de una raza uniformada?
¿Cómo
no preguntarse por qué una rebanada de pan siempre cae al piso del lado untado
con mantequilla? ¿Por qué eso ocurre con más frecuencia después de varios días
sin barrer? ¿Será una conspiración para reducir las calorías en la dieta? ¿Y
qué detergente es el adecuado para quitarle el sucio a la mantequilla
ensuciada?
¿Cómo
no preguntarse por las ballenas azules? ¿Por qué no tienen cabellos? ¿Por qué
ni siquiera tienen plumas? ¿Cómo pueden soportar tanto frío? ¿Y cómo pueden
cantar tan bello? ¿Será que las ballenas azules fueron alumnas de las famosas
sirenas?
¿Cómo
no preguntarse por Herodes y su afán por los niños? ¿Se habrá preguntado si
logró asesinar al niño adorado por los Magos? ¿Cuántos años tuvo de zozobras?
¿De cuántos infantes habrá sospechado? ¿A cuántos habrá asesinado, en secreto,
con sus propias manos?
¿Cómo
no encerrar entre gigantescos signos de interrogación esas cuantas voces
secretas que llegan a mis oídos? ¿Cómo no darles el tono de la duda y
preocuparse obstinadamente por elaborar la siguiente pregunta? ¿Cómo no preguntarse por tantos misterios?
No hay comentarios:
Publicar un comentario