El cucharón espera a la flor
-Por favor, solicitamos a los
presentes hacer silencio, para dar inicio a nuestra conferencia de prensa. Esta
actividad es el primer contacto de los medios con el señor Carvajal. Ya todos
conocemos su gran hazaña, así que un poquito de calma-.
Así se expresaba un administrativo
del hospital donde Alejandro, joven atleta, se encontraba recluido mientras
observaba a los periodistas disparar sus
cámaras y tratar de entrevistarle; también sentía flotar un aire festivo que le
sobrecogía, al recordar su hazaña. Su especialidad deportiva: los 4OO metros
planos. Después de un torneo exitoso, decidió aceptar una invitación, hecha por
otros atletas, de pasar unos días en el interior. Al parecer la fecha para el
viaje, no era la mejor, pues durante el
trayecto de ida y en toda su estadía el
tiempo fue lluvioso y muy escasos los ratos en que brilló el sol, pero a
pesar del agua, no se pudo quejar de la atención brindada por sus amigos;
especialmente de doña Lola, la madre de uno de sus anfitriones, que lo trató y
recibió como a un hijo. A la hora de regresar aunque lloviznaba, media docena
de admiradoras deslumbradas por el brillo de sus medallas, salieron con él a la
carretera y le acompañaron entre chiste y anécdota, hasta detener una chiva que iba medio vacía. Antes
de subir se despidió efusivamente de sus
seguidoras. Se fijó en su reloj, decía las 9:16 p.m. Había
esperado hasta el último momento para irse. Ya dentro de la chiva, que
era un modelo antiguo bien destartalado, fue a sentarse al fondo en el asiento
que precisamente daba la espalda a la puerta
de urgencia; ésta apenas arrancó
el carro comenzó a temblequear y hacer
un ruido telegráfico. A su lado iba una joven con cara de niña y un
infante como de tres años. Alejandro observó lo activo que era el niño. Una
mirada de la muchacha le confirmó que era todo un diablito. A todo esto, el
niño tarareaba una canción imaginaria al ritmo telegráfico de la puerta.
-A ver, dinos, Alejandro ¿qué se
siente ser héroe?-
-Se siente uno como bicho raro
enjaulado en el zoológico-
-Pero, tú no estás tras las rejas,
¿qué te hace sentir así?-
-¿Qué
diría usted si cada diez minutos alguien con cara de incrédulo abre la puerta
del cuarto y le pregunta: Qué se siente ser un héroe?-
No
bien había tomado velocidad la chiva, cuando el aguacero arreció más fuerte.
Con las ventanas cerradas, casi todos los pasajeros dormían, excepto el niño y
sus juegos, que no le permitían cerrar los ojos a su protectora y a Alejandro,
se lo impedía el frío infiltrado por la puerta trasera. Luego pudo comprobar
que la puerta estaba cerrada con un alambre. Se enojo, pero al poco rato se
serenó. A unos cuantos minutos, próximo a un puente de río crecido, se oyó la
bocina de un camión acercándose con la intención de rebasar, precipitadamente,
a la chiva.
-En
el día de ayer, el Premier declaró a los medios, estar disgustado con usted por
su comportamiento grosero e imprudente. ¿Qué tiene que decir al respecto?-
-Mire,
no quise ofender a nadie. Ayer el señor Ministro vino en nombre del señor
Presidente a imponerme una condecoración en honor al valor. Yo sólo dije:
"Ojala que el niño más adelante no se arrepienta de seguir con
vida."-
La
chiva había reducido la velocidad y el camión, por el contrario, aceleró.
Faltando poco para entrar al puente, la mole se abrió a mano contraria. Ya casi
había pasado, cuando el camión cortó bruscamente a la derecha, cerrándole el
paso a la chiva y empujándola estrepitosamente al río.
-Después de todo, Alejandro ¿tuviste
miedo?
Debido
al golpe, la puerta trasera quedó libre del alambre abriéndose totalmente. La
chiva voló por los aires y cayó en un clavado de panza; el agua penetró
violentamente mezclándose con el pánico, los gritos y el no saber que hacer.
Alejandro aprovechó la puerta abierta y,
arrebatándole furiosamente el infante a la joven con cara de niña, escapó por
ella. De allí en adelante, sólo recuerda ideas confusas y en desorden: el
vuelo, la succión de la chiva hundiéndose, el esfuerzo sobrehumano, los gritos
del niño, la cara de la joven, la fuerte corriente, bultos que afloraban a la
superficie para luego desaparecer, la terrible oscuridad, los golpes con las
rocas, los gritos del niño, la cara de la joven; por fin, la orilla...
-Alejandro
¿tuviste miedo?
Volvió
a su mente ese ruido telegráfico de la puerta trasera de la chiva... y recordó
a la joven con cara de niña gritando: "¡No...!"
-
Aún tengo miedo, mucho miedo.