Me muevo al margen...

Aquí, en el margen, en el margen del canon, no hay reglas que cumplir, ni jueces que complacer, ni halagos que buscar, ni aplausos que dar con el hígado irritado...aquí, en el margen, en el margen del canon, sólo puedo hacer lo que me da la gana...

domingo, 4 de septiembre de 2011

CARTA A JULIO VERNE

Inhibido (Dece Ereo, Panamá)

Ciudad Radial, 4 de septiembre de 2011

Señor Julio Verne
Causa de mis dolores de cabeza
(En donde se encuentre)

Mi para nada estimado escritor:

No crea que le voy a desear buenos augurios en sus labores ni llenarlo de parabienes; muy por el contrario. Ojalá y sufra de jaqueca crónica, de artritis deformante y cataratas dobles. Sí, que así sea su suerte, que lo acompañe la misma desgracia como nos acompaña a nosotros.
Usted y su obra literaria han perjudicado sobre manera a mi persona y a mi familia. Porque el triste destino nos convirtió en vecinos de Aristides, un mozalbete enviciado con la lectura de sus novelas. ¡Y lo peor de todo! Un muchacho ávido de buscarle aplicación a todo nuevo conocimiento adquirido.
Es que con cada novela ocurre cada desastre. Desastres que por supuesto sufrimos nosotros. La primera que leyó fue DE LA TIERRA A LA LUNA. El día en que finalizó la lectura, Aristides, el genio, construyó un armatoste con maderas, cartones y fuegos artificiales. Una pretendida nave espacial. Vale la pena decir que el diablo ese, mientras leía su novelucha se dedicó a investigar todo sobre la carrera aeroespacial; todo menos las leyes de la aerodinámica. Al grito de “Un pequeño paso para un hombre, un gran paso para la humanidad” encendió su invento; el cual subió, subió, subió hasta que dio una gran curva en el aire enfilando su carga demoníaca contra el techo de nuestra casa donde hizo explosión. ¡Pobre de mi madre! Saltó del baño a la calle con sus 247 libras, apenas vestida con una toalla y gritando hasta enronquecer: “Se acaba el mundo, se acaba”. Señor Verne, si sospecho que usted se está riendo, no sabe de lo que soy capaz.
La segunda novela que leyó fue LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DÍAS y quien pagó el pato fue nuestro gato. Amarró al felino a una enorme cometa, la elevó y esa tarde arremetió por sorpresa una ventolina y a saber si nuestra mascota se encontró con La Vieja Voladora o por lo menos con Mary Poppins. Nunca más hemos tenido noticias de nuestro cariñoso micho.
En estos días está leyendo VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO y sabe algo señor Verne, ¡Yo no sé nadar! Así que si usted está acostumbrado a recibir elogios, no los busque en esta misiva, ¡Ni se le ocurra! Usted es el culpable de nuestra desgracia. Ahora mi madre vive a punta de valeriana y mi hermanita no para de llorar por su desaparecido gato.
En donde usted se encuentre sepa que en mí tiene al más ferviente detractor de su obra; esas novelas impulsan a la gente a inventar cosas y eso es peligroso; lo sé, lo he vivido en carne propia. Por lo pronto dejemos las cosas de ese tamaño, si sobrevivo a la última lectura de Aristides tendrá noticias mías.
Procurando ser lo más grosero posible, su seguro reclamante

David C. Róbinson O.

2 comentarios:

  1. Vaya que sorpresa, lo pondré en mi blog http://julesverneastronomia.blogspot.com, que invito a visitarlo,gracias

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  2. jejejej, pues compra un seguro, pues la ciencia es asi,cuando lea el DueÑo del mundo,Robur el conquistador,tu vecino fabricará una nave con hélices y una nave anfibia,preparate,jajajaja

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