Pésimos caminos recorrí con la
ausencia tomada de mi mano y una lechuza de plomo picoteó los filos de mis cejas. Al
nadar en su riachuelo y secar mi piel con
su estrella, jamás pensé que ella podría olvidar mi eufonía.
Desde el arco iris hasta el tucán.
Desde la rosa hasta el jazmín. Desde la piña hasta el níspero. Todos me son
grises, fétidos, amargos. Inhalo arena y polvo de mariposas. Exhalo sequedad y
el dolor de los bronquios. La
Flor de Septiembre se transplantó a otro jardín, su nuevo perfume
jamás conocerá la tez de mi olfato.
Mordida por orugas la dermis de mi
vientre refleja las oscuridades. La seguridad del suelo pudo más que la
libertad del viento. Ganó el jardinero y perdió el clarinete. El batir de alas
cayó en el hueco de la distancia. La
Flor de Septiembre estaba lista, yo no y ella, la Flor , no pudo esperar.
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