Quiero
inmortalizar mi nombre. Que todos me recuerden y entrar a la historia. Pero me
simpatiza la tipa que inventó la rueda, nadie recuerda su nombre pero todos
usamos la rueda. Porque la verdad es que somos una partida de ingratos. ¿Cómo olvidar
el nombre de quien nos hizo tan valioso favor? Y sin cobrarnos el derecho de
autora. Sólo una mujer sería así de desprendida.
¡Ingratos! Somos estiércol de la más
desnutrida de las vacas. Tan corta que es la vida y hay quienes nunca escuchan
la palabra gracias. ¡Y mereciéndolo! La vida demora en esfumarse lo que el
rocío tarda en evaporarse. Encima de eso nosotros haciendo trastadas. Somos una
mierda. Aunque, después de todo, la mierda es un buen fertilizante.
Pero quien tiene tufo a fertilizante
es mi vecino. Tiene un hedor a producto intestinal fermentado enorme y
horrible. Su fetidez me tiene mortificada. Se precisa mucho vigor para
soportarlo y yo no lo tengo. Ni siquiera el más callejero de los perros se
atreve a ladrarle.
¡Que espeluznante! Su olor inunda el
jardín, penetra mi hogar, se derrama por la alfombra, trepa por mis piernas y
ataca mis narices. ¡Ya me tiene harta! Con lo corta que es la vida, no puedo
permitirme el lujo de vivir atormentada por su hediondez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario