El Maestro no soportó más. Tuvo que rendirse y hacer votos
de silencio. Su prédica chocó de frente contra la más grande de las murallas.
Después de años de oración y reflexión, por fin se iluminó e identificó,
objetivamente, los dominios del demonio. Y en valiente cruzada marchó al Centro
Comercial. Su paso firme hizo temblar los pasillos, su índice señaló al pecado
y su fuerte voz con el grito de: “Arrepiéntanse
y dejen de comprar” inundó las vitrinas y los escaparates.
Al
principio muchos lo tildaron de loco, otros clavaron en su rostro las agujas de
sus miradas condenatorias. No faltaron las lenguas que flagelaron el aire con
muchos murmullos. Pero el Maestro no se rindió. Día tras día, hora tras hora la
cruzada continuó. Algunos comenzaron a seguirle; después fueron muchos y ya no
era una sola voz, sino un coro que predicaba. La emoción embargó al Maestro,
aunque se fue percatando que todos sus discípulos vestían túnicas de diferentes
colores e igual corte, sus cabellos olían a buen champú y sus uñas pintadas con
colores extravagantes imponían una nueva moda; no usaban maquillajes pero sí
mucha crema humectante. Todos calzaban sandalias que llevaban colgada una
etiqueta de marca. Esto llamó mucho la atención al Maestro y en medio de sus
entusiastas prédicas, comenzó a leer los nuevos nombres de los almacenes del
Centro Comercial: Boutique La
Cruzada , Bazar El Maestro y el peor de todos, Rebajas La Prédica.
El Maestro no pudo más, tuvo que rendirse y hacer votos
de silencio.
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