Tras las rejas
Ningún fracaso es tan grande como romper
el mar con la hoja de un arado. En el desierto quedan los surcos, entre las
piedras se afila el metal y entre las espinas se arranca la mala hierba. Pero
en el océano se oxida la herramienta… Panchito se ahogó intentándolo. Bueno, en
realidad era yo quien lo pretendía, él sólo dejó que le unciera el arado. Su
pecho pudo vencer las primeras, las segundas y hasta las terceras olas pero al
final el peso del arado lo arrastro al fondo del piélago. ¡Que burro más fiel
era Panchito!
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