¿Puede el ave trinar recién inicia
la alborada celeste? ¿Correr de la mano con la inocencia tímida y atrevida?
Puede que sí, ave repleta de ternuras, la rosa en índigo, la cautela de las
infantes, el arco iris está en triunfo.
Por lo menos, a veces el tordo
de marfil reluciente, interpreta la canción de cuna, interludio con todas las
armonías y todos los cristales.
Paciente el arpa resuena y
tres mil asteroides recorren la bóveda, inapelable ruta, camino y sinfonía,
iridiscente y almibarado encuentro.
Piñal de
soles y astrolabios, la tersura musical raptó la bella ave y lo íntimo abrazó
el caudal de besos, intrépido alud en reposo.
¿Puede el ave ser el torrente
de notas o es el río de los silencios?, La inocencia espera y una celda
abierta, la inspiración liberada, asciende con el viento azabache.
Pañuelo aireado al tiempo, rojos
sus tejidos, intensos los grabados, es la cruz del mar de espumas, la intuición
en septiembre, un amanecer después de lluvias.
Pequeña ave de los amaneceres
y terracota del cariño, ruego lanzado al ingenio. ¿Cuándo será inventada la
convivencia del mediodía? ¿Ahora?
Pequeña y azabache, ave y
trino, riqueza de donde se ven las aguas, ígneo anuncio y cielo esbelto, la
infrutescencia dorada y su alteza real elevan el cetro.
Pequeña ave azabache y trino de las madrugadas, el reino es posible,
indica el camino, intenso, alcanzable, telúrico. ¿Volver?
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