A Popei
En
verdad que es ingrato ese tipo, nada de lo que hago le parece bien; su
comportamiento es insufrible. Lo defiendo de quien lo ataca y me lo recrimina,
como que yo tuviera la culpa de no conocer a sus parientes. Cuido de sus bienes
y por qué me acuesto en el sofá para vigilarlo mejor pone el grito en el cielo
y en mis orejas también. Encima de mal agradecido, no me deja ser feliz: cuando
al fin me siento a gusto con mi apariencia, viene él y me horroriza bañándome
con sus jabones y demás menjurjes. En definitivo, el hombre no es el mejor
amigo del perro.
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